Ningún hombre o mujer nace con el chip de padre/madre implantado, pero si decidiste serlo sabes que es una labor titánica, agotadora, una responsabilidad tan grande que nadie haría si de verdad supiera de antemano lo que implica, para empezar te preocupa que muera, en el vientre, al nacer, mientras duerme, hay que alimentarlos, nutrirlos, que aprendan a decir por favor y gracias, que sean buenas personas, buenos ciudadanos, hay que enseñarles sobre el amor, a ser felices, hay que corregirlos, aguantarlos, soportarlos mientras aprenden a manejar sus emociones, hay que leerles en las noches, estar en vela cuando enferman o no llegan a casa.
El desarrollo de un ser humano depende de ti, somos lo único que tienen mientras crecen, dotados de una mente como esponja que absorbe todo lo que les muestres y un pequeño y frágil corazón lleno de amor incondicional hacia ti, solo esperan una señal de aprobación para iluminar su rostro con una gran sonrisa.
En un mundo perfecto todos los padres/madres son buenos, pero en realidad casi ninguno tiene lo que se requiere para serlo, somos humanos imperfectos, con problemas para relacionarnos, con traumas, asuntos sin resolver con nuestros propios padres, irá, temores, odio.
Pero ahora, somos padres tenemos que trabajar en nosotros como personas para poder hacer nuestro trabajo lo mejor que podamos por que somos nada más y nada menos que los enteros responsables de esas pequeñas vidas.
No podemos culpar a los ausentes o a los que solo ven a sus hijos cada 15 días, no cualquiera va y agarra al toro por los cuernos porque tienes que dejar tu vida para edificar otra y esa es si tienes suerte la única forma en la que vas a trascender como ser humano, por lo que hiciste con tus hijos, no cualquiera deja de lado su orgullo y su estupidez por el bien común de su descendencia.
Amar... Solo eso, tanto y tan poco en una sola palabra, si no sabemos que hacer con el amor ¿Para que existimos? ¿Para que nos reproducimos? ¿A qué venimos a este mundo?
Aprendemos a ser padres mientras nuestros hijos crecen, ellos nos enseñan a amar sin condiciones, paciencia, a comer la comida fría y las miradas de amor verdadero más hermosas del mundo mientras nosotros les enseñamos a comer, ir al baño y a ponerse los zapatos.

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